Está ahí en lo alto, una gran bola roja a la que no podemos dirigir nuestra mirada más que por unos escasos segundos, si no queremos correr el riesgo de quedarnos ciegos. Es nuestro Sol, con un tamaño de disco equivalente al de 109 planetas como la Tierra, y con un volumen capaz de contener más de 1.3 millones de planetas como el nuestro. Imponente pero ¿cómo nació?, ¿y cómo morirá?
Siempre me ha encantado leer sobre el origen y la desaparición de las estrellas. Se podría resumir de la siguiente manera: una estrella empieza como una enorme bola de gas hidrógeno, hasta que la gravedad comprime ese gas y con ello lo calienta. La capa externa llega a temperaturas de 6.000 grados centígrados, pero en el núcleo, donde la presión es increíblemente intensa, se pueden alcanzar temperaturas de entre 50 y 100 millones de grados centígrados (!!!). (Esto me llama mucho la atención, porque mientras el cero absoluto, teóricamente la temperatura más baja posible, tiene aproximadamente un valor de -273,15 grados centígrados, las temperaturas más altas, supongamos las que se dieron instantes después del big-bang, se estima que fueron de billones de grados.) Ante esta diferencia de extremos, siempre me da por pensar lo cerca que estoy, comparativamente hablando, del valor más frío imaginable cuando hago prácticas con un congelador criogénico, donde alcanzo temperaturas de -80 grados centígrados. Pero sigamos con el Sol. A esas temperaturas y presiones del núcleo tan astronómicamente grandes se producen reacciones nucleares en las que los núcleos de hidrógeno chocan unos con otros para formar núcleos de helio, de menor masa. Esa diferencia de masa es "expulsada" del núcleo del Sol hacia la superficie donde se libera en forma de luz y calor.
Los astrofísicos han estimado la edad del Sol en aproximádamente unos 5.000 millones de años, y se cree que está en la mitad de su vida. El Sol seguirá siendo una estrella amarilla durante otros 5.000 millones de años, hasta que agote su suministro de hidrógeno y empiece a quemar helio, fenómeno por el que se hinchará enormemente para convertirse en un gigante rojo. Ni que decir tiene que esto tendrá consecuencias devastadoras para la Tierra, ya que su órbita quedará dentro de la atmósfera del gigante rojo, calcinándose por completo para pasar a ser consumida bajo la atmósfera solar. Después, nuestro Sol colapsará en una enana blanca hasta, en un proceso que puede llevarle un trillón de años, enfriarse por completo y morir.
Así que ya sabéis, para aquellos que desean saber si la Tierra se consumirá en hielo o fuego la física nos da una respuesta precisa: se consumirá en el fuego. Esperemos que los seres humanos, si hemos sobrevivido tanto, hayamos colonizado otros planetas fuera del sistema solar. Estamos avisados. Subiendo un peldaño más, nuestra galaxia entera también morirá, canibalizada por otra galaxia vecina llamada Andrómeda, de un tamaño dos o tres veces mayor que la nuestra, pero eso ya es otra historia....