Hace un par de semanas tuve la suerte de asistir a un concierto en el precioso Auditorio Nacional de Música de Madrid. En esta ocasión la Orquesta y Coro Nacionales de España, dentro del ciclo de conciertos dedicados al 7º Arte, interpretaron toda la banda sonora elegida por Stanley Kubrick para su película "2001 una odisea en el espacio". En concreto, las piezas fueron el "Atmosphères" y el "Requiem" de György Ligeti, y los famosos "Also sprach Zarathustra" (Así habló Zaratustra) y "An der schönen blauen Donau" (El bello Danubio azul) de Richard y Johann Strauss, respectivamente. Para el que suscribe estas líneas "2001 una odisea en el espacio" es una de las mejores películas de ciencia ficción de todos los tiempos y, por supuesto, una auténtica obra maestra. Otras películas que destacaría entre mis favoritas dentro del mismo género serían "Blade runner", "Forbidden planet" (desde aquí mi recuerdo a los recientemente fallecidos Leslie Nielsen y a la hermosa Anne Francis), "Encuentros en la tercera fase", "Alien, el octavo pasajero" (tremenda Sigourney Weaver en ropa interior), "Naves misteriosas" y, más recientemente, "Contact". (De "Blade runner" (1982) guardo un especial recuerdo porque mi padre me llevó a verla el mes de su estreno en cines. Por aquel entonces yo tendría unos escasos 9 años y, evidentemente, no entendí un carajo de lo que me estaban contando, pero de alguna forma me fui con la sensación de que había visto algo único.)
El propio Kubrick definió a "2001 un odisea en el espacio" como "...una experiencia visual, no verbal,...que alcanza al espectador en un nivel más profundo de conciencia, precisamente como lo hace la música y la pintura". Y es ahí donde reside la clave, porque en la película, donde los dialogos son escasísimos y por lo general, secundarios, la música juega un papel esencial. Hay incluso secuencias muy largas que renuncian, literalmente, a la palabra (la impresionante primera parte, mi favorita, protagonizada por los simios, no podría ser más reveladora).
Además ahí quedan para la historia esos saltos temporales abruptos y sorprendentes (memorable la transición sin solución de continuidad del hueso lanzado en el aire por el simio a la nave espacial), la críptica e insondable naturaleza de sus símbolos (el monolito, y la cantidad de libros que ha generado a posteriori en forma de sesudos intentos de descifrar su significado) y, por último, no podemos olvidarnos de HAL 9000, probablemente el ordenador más hijoputa de la historia del cine. De cualquier manera todo podría haber sido distinto: al principio estaba previsto que la banda sonora del filme la escribiese el compositor Alex North. Kubrick se reunió con North para proporcionarle las directrices sobre el trabajo a realizar y, a modo de ejemplo, le indicó algunas piezas de música clásica. North se puso manos a la obra pero, cuando la película estaba ya terminada, se llevó la desagradable sorpresa de que el director había desechado toda la música escrita por él y se había quedado con las piezas clásicas originales. El mismo Kubrick comentó al respecto: "Por muy buenos que sean nuestros compositores de películas, no son un Beethoven, un Mozart o un Brahms. ¿Por qué utilizar una música menos buena cuando existe una multitud de gran música orquestal disponible desde el pasado hasta nuestra época?". Aplastante afirmación.
Cada una de las obras musicales escogidas actúa, además, como un leitmotiv asociado a un objeto, una imagen o una idea. Así, el Requiem de Ligeti, está estrechamente vinculado al monolito; las más artículadas nubes tímbricas de Atmosphères aparecen cuando el astronauta David Bowman, tras encontrar el tercer monolito cerca de Júpiter, entra de repente en un túnel espacial donde viaja a gran velocidad por un psicodélico pasadizo de luces; el preludio de Así hablo Zaratustra se escucha tres veces: la primera, en los créditos de apertura, con sol, tierra y luna representados frente a frente. La segunda, cuando el simio descubre que puede utilizar un hueso de animal como herramienta. Y la tercera, al final de la película, cuando Bowman toma forma de feto humano. Por último, El bello Danubio azul es empleado para acompañar dos largas secuencias: el viaje del Dr. Floyd hacia la estación espacial que orbita alrededor de la tierra y su posterior alunizaje en el cráter Tycho.
Hablando ya como oyente, jamás hubiera creído poder asistir a una representación tan fidedigna e impresionante del Requiem de Ligeti. Tengo que reconocer que esa noche, el coro de la Generalitat Valenciana, compuesto por 61 voces, y la soprano Caroline Stein y la mezzosoprano Catherine Wyn-Rogers estuvieron inmensos. Esa parte final, con una duración aproximada de 40 minutos, hizo que, al cerrar los ojos, reviviera las imágenes del alucinante viaje de David Bowman hacia el último estadío del desarrollo humano: el superhombre. Tanto el Requiem como Atmosphères se basan en la llamada "micropolifonía", que consiste en crear una polifonía de elementos pequeños tan densa y enrevesada que el oyente la percibe globalmente como una especie de ilusionismo sonoro, dando como resultado una pieza de un estatismo misterioso y enigmático, perfecta para las imágenes que constituyen el grand finale de la película.
Horas más tarde, al regresar a casa, la compra vía internet de la banda sonora de esta genial película se hizo parada obligatoria.